jueves, 21 de marzo de 2013

SORTEO DE MATUCANA

Un 21 de febrero de 1824 se realizaba el Sorteo de Matucuna donde un Tucumano , el capitan Domingo Alejo Millan, mostraria a los realistas como muere un patriota
LA SUBLEVACION DEL CALLAO La bandera del Rey flameaba nuevamente sobre los torreones de los castillos de El Callao. El motín de cuartel de las tropas de la guarnición se había transformado en sublevación.
Las reliquias de lo que había sido el Ejército de los Andes, huérfanas de su creador al haberse alejado San Martín del Perú, eran descuidados por quienes deberían reemplazar sus andrajosos uniformes, mejorar la basura que se le daba por comida y de haber evitado la humillación de ser destinados a tareas impropias de sus laureles. Lo reclamos por la prolongada deuda de sus haberes “eran desoídos por un ingrato Gobierno”.
El malestar de las tropas hizo crisis cuando se enteraron que, en la víspera, habían sido abonado los haberes de la oficialidad sin acordarse de la tropa. La oficialidad, entonces, fue sorprendida y encerrada y los amotinados presentaron sus reclamos al Gobierno.
Este episodio se conoce como "la traición de Moyano", un sargento que se convirtió en líder del movimiento de protesta. Sin embargo fueron empujados por la torpeza en el manejo de la situación del general Enrique Martínez, jefe de las tropas de los Andes después de la desafortunada expedición al sur del país llevada a cabo por el general Rudecindo Alvarado.
Martínez, junto con el Ministro de Guerra y Marina, general José Félix Berindoaga, simularon aceptar las peticiones de los sublevados, inclusive la de que se fletara una nave para que los devolvieran a su país de origen. Sin embargo, de un modo que no podemos dejar de considerar artero, se le dio instrucciones al capitán del barco para que, durante la noche, regresara a El Callao y entregara a los cabecillas que serían pasados por las armas.
Los sublevados tomaron conocimiento de la trama y la situación se hizo irreversible. El único camino que les quedaba era entregar las defensas de El Callao a los realistas. En este hecho se produce la muerte del negro Falucho

http://www.youtube.com/watch?v=ojLS4DSoBkA&feature=youtu.be
El regimiento de Granaderos a Caballo, cuyos suboficiales y tropa estaban involucrados en el movimiento, al comprobar el cariz que habían tomado los acontecimientos, soltaron a sus oficiales y dejaron a la tropa en libertad de acción. La mitad de sus efectivos se mantuvo fiel a la causa de la Patria.
Mientras tanto, las fortalezas fueron ocupadas por una división realista al mando del general Monet.
En Lima, la situación de los patriotas se tornó insostenible.
En las fortalezas, los oficiales de la guarnición que habían sido hechos prisioneros por sus propios subalternos. Fueron declarados prisioneros de guerra y enviados a lejanas prisiones andinas. 
 A los cuarenta días del mas riguroso carcelaje en las Casas Matas, donde casi perecen de hambre y son víctimas de un incendio ... fueron sacados los oficiales patriotas a las doce del día, expuestos a cegar por la transición violenta de la oscuridad a la claridad fuerte del sol. A estos prisioneros se les hizo marchar en el acto por la sierra, a pie y medio entumidos (entumecidos), a fin de depositarlos en la isla de Esteves, conocida por Chucuito, y reunirlos (allí) con sus compañeros de (las batallas de) La Macacona, Torata, Moquegua y retirados (tomados prisioneros) de las expediciones de Santa Cruz y Sucre
El general Alvarado, gobernador de El Callao, también había sido tomado prisionero, entregado a los realistas y trasladado a Puno.

LA TRAGEDIA: EL SORTEO DE MATUCANA El general Monet y su división regresaron al valle del Mantaro, luego de haber puesto al coronel Rodil al mando de la guarnición de El Callao. Rodil alcanzó gran fama en la guerra de la independencia por haber sido el último en rendir las fuerzas reales, a casi un año después de Ayacucho, y luego de haber mantenido una desesperada como heroica resistencia al asedio de los patriotas. 
El general Monet se había hecho cargo de conducir a los oficiales patriotas prisioneros a las prisiones del lago Titicaca. Si bien su primera etapa era Jauja (265 km. de Lima y a 3.250 msn) el destino final era la isla Esteves donde llegarían luego de una marcha de 1.600 km. en alturas que van entre 3.000 y 4.000 m
El traslado de prisioneros se inició el 18 de marzo, a seis semanas del fatídico 5 de febrero de 1824 en que se inició la revuelta.
Al tercer día de marcha, dos oficiales lograron escapar y en una feroz represalia - conocida en la historia como "el sorteo de Matucana" - fueron fusilados dos de sus compañeros de infortunio.
Los que lograron fugar fueron: 
coronel graduado Ramón Estomba (Montevideo) y el teniente coronel Juan Pedro Luna (Buenos Aires)
Los que fueron fusilados en represalia: capitán Domingo Alejo Millán (Tucumán) y el capitán Manuel Silvestre Prudán (Buenos Aires)
Furioso con la noticia el general Monet, jefe de la división realista, se degradó al extremo de insultar a los prisioneros, y de abofetear a algunos.Habiendo sido vana las pesquisas para dar con los fugitivos  el cura del lugar fue desterrado para siempre de él, por sospechar haberles dado asilo.
Al llegar al pueblo de San Mateo hizo alto la división y se mandó formar en ala a todos los prisioneros, en la ribera del río". García Camba era el jefe del Estado Mayor de la división. 
Furioso les dijo: "Señores, tengo órdenes terminantes del Señor General Monet de sortear a todos UU. para que mueran dos por los dos que se han fugado; en intelijencia (sic) que desde hoy en adelante se vijilarán (sic) unos a otros, pues si se fugan diez serán fusilados diez, y si fuga la mitad de Ud, morirá el resto".
El Doctor López Aldana, auditor de guerra del ejército independiente, el hombre de la justicia, representante del derecho ante la fuerza, fiel a sus compañeros de infortunio y a los sagrados deberes del abogado, no pudo contener su indignación y levantó su voz enérgica a favor de los oprimidos, como si abogase ante el tribunal Para honor de la humanidad esta extensa defensa se ha salvado por la tradición oral
“En ninguna parte se ha visto – dijo López Aldana - que la víctima sea custodia de la víctima. En las sociedades bárbaras no se recuerda un hecho tan atroz ni tan injusto". Y agregó: “Que responda el oficial (custodio) de las faltas, pero jamás ninguno de los prisioneros, porque ninguno ha negado ni niega sus brazos y sus pies a las cadenas que quieran ponerles. 
García Gamba le interrumpió: “Bastante se ha observado el derecho de gentes con ustedes, pues tienen aún la cabeza sobre los hombros
Inmediatamente se dispuso proceder al sorteo. El sorteo se verificó como sigue: García Camba procedió a escribir los nombres de cada uno de los prisioneros en papelitos que colocó dentro de un morrión que tenía en la mano su tambor de órdenes, sargento del Cantabria, fuerza que tenia a su custodia a los prisioneros. Estos últimos , comprendiendo que se hallaban bajo el peso de una resolución implacable, guardaron silencio, salvando así su dignidad. 
El coronel Videla Castillo, que por su elevada graduación formaba a la cabeza de sus compañeros, quiso hacer aún un último esfuerzo por ellos, inmolándose por la salvación del resto: 
Cuando García Camba anunció que se iba a proceder al sorteo, le preguntó: 
- ¿Con qué derecho se hace esto?. 
La seca respuesta fue: 
- ¡ Con el derecho del que puede !. 
Entonces Videla Castillo le advirtió: 
- Bien, tenga Ud. cuidado con la represalia”. 
“Se anunció nuevamente el sorteo. Videla Castillo, volviendo a dirigirse al jefe español, dijo con tranquila entereza que no era necesario y agregó: 
- Aquí estamos dos coroneles: elija Ud. cuál de los dos ha de ser fusilado, los dos juntos si se quiere y hemos concluido. 
- ¡No! ¡No! ¡A la suerte! - gritaron todos los prisioneros
El general Pascual Vivero, anciano de mas de setenta años, de figura marcial y fisonomía simpática, que había perdido la plaza de Guayaquil y simpatizado después con la causa de la revolución, realizaba la marcha separado de los otros prisioneros. 
Dándose cuenta de lo que pasaba con el grupo, se dirigió hacia donde ellos estaban, y sin proferir palabra se formó tranquilamente a la cabeza de la fila, como si fuese un deber ordinario del servicio”. 
“García Camba estaba ocupado con los preparativos del sorteo pero, al levantar la vista, vio a Vivero. 
- Señor Don Pascual con usted no reza la orden. 
- ¡Sí, reza! - contestó con noble laconismo. 
- No, la orden solo reza para los prisioneros que marchan juntos. 
- Debe rezar conmigo, porque debo participar de la suerte de mis compañeros, así en las desgracias como en las felicidades. Por mi grado me corresponde sacar la primera suerte. 
Pero García Camba no se dio por enterado de sus palabras
Entonces Vivero sensibilizado por la presencia de tantos jóvenes cuyas vidas estaban en juego, continuó:" Soy un viejo soldado que ha sido traidor a Fernando VII, que ha entregado la plaza de Guayaquil y devuelto todos los honores. He perdido dos hijos en el campo de batalla muriendo en defensa de su patria, que es también la mía, porque era mía la sangre que derramaron. 
Por consiguiente, poco útil puedo ser ya a la patria, estos jóvenes pueden darle días de gloria, por lo que pido y suplico que se sacrifique a este pobre viejo, y que se salven tan preciosas vidas". 
García Camba aparentó no oir las sentidas palabras del generoso anciano. 
El primero en extraer una cédula fue Videla Castillo. “Lo hizo sin que se notase agitación en su pulso: era blanca. "Ningún síntoma de alegría se dibujó en aquel semblante austero y reposado". Los siguientes fueron tomando sus cédulas con igual serenidad que la de su jefe. A todos les tocó blanca. 
En aquel momento salió un joven de entre las filas, y adelantándose unos pasos, prorrumpió con voz vibrante: 
- ¡Yo soy uno! 
- ¡Yo soy el otro! - exclamó inmediatamente otro oficial imitando la acción de su compañero. 
- ¡Venga la suerte!, gritaron todos, con excepción de Tenorio. 
- ¡Es inútil! - respondían los grandes corazones que se ofrecían como víctimas propiciatorias de sus compañeros de armas. Uno de ellos se llamaba Domingo Alejo Millán, era natural de Tucumán. El otro, Manuel Silvestre Prudán, nacido en Buenos Aires. Ambos habían tomado parte en las campañas del Alto Perú, donde resultaron prisioneros y fueron luego compañeros de infortunio durante largos años en las casamatas de El Callao. 
- ¡Es inútil! - volvió a repetir Millán - En prueba de que soy yo el que debe morir, aquí está una carta de Estomba. 
- En mi maleta se encontrará la casaca de Luna - agregó Prudán. 
- ¡No les crean! - gritaron a una voz todos los prisioneros. 
- No hay que afligirse - dijo Millán con entereza - ¡verán morir dos valientes! 
- No hay para qué seguir con la suerte - dijo entonces con frialdad García Camba - habiéndose presentado los dos culpables, serán fusilados
Millán y Prudán fueron puestas en capilla. Dos horas se le dieron para encomendar sus almas a Dios. 
El cura de Matucana (el mismo que luego seria exiliado) los confesó y fue el que los asistió hasta los últimos momentos
Habiéndose fortalecido con la ayuda espiritual recibida, los dos valientes comenzaron a recriminar a sus verdugos.
Al acercarse la hora del suplicio, Millán le pidió al capitán Capilla que le trajeran su uniforme que tenía en la maleta. 
"Espero que me hará Ud. ese último favor - y agregó como justificación - Voy a morir por la patria". 
Así le fue concedido. Millán sacó entonces del forro de su casaca las medallas con las que había sido condecorado y se las colgó al pecho. 
Dirigiéndose a sus compañeros, les dijo: "He combatido por la Independencia desde mi juventud. 
Me he hallado en ocho batallas y he caído prisionero en Ayohuma. He estado siete años encerrado en casamatas y habría estado setenta, antes de transigir con la tiranía española, que va a dar una nueva prueba de su ferocidad. Mis compañeros de armas, testigos de este asesinato, algún día lo vengarán, y si ellos no lo pueden hacer, lo hará la posteridad"
Quisieron vendarles los ojos, pero ambos se negaron permaneciendo de pie con la cabeza erguida, en actitud valerosa, prontos a dar la vida por sus creencias. 
El pelotón de fusilamiento preparó las armas. Al momento de apuntar, Millán con el rostro encendido de nobles iras, apostrofaba enérgicamente a sus asesinos. 
Prudán, menos ardiente que su compañero de suplicio, guardaba silencio ostentando la apacible serenidad y la mansa resignación de un mártir
Millán gritó con voz ronca: 
- ¡Compañeros, la venganza les encargo! 
y abriéndose con furor la casaca, añadió: 
- ¡Al pecho! ¡Al pecho! ¡Viva la patria! 
Prudán murió también exclamando: ¡Viva la patria!” 
“Los verdugos, no satisfechos con aquel bárbaro asesinato, hicieron desfilar a todos los prisioneros por delante de los cadáveres ensangrentados "de aquellas nobles víctimas". 
El rostro desfigurado de Millán, con la amenaza pendiente aún en sus labios, guardaba el ceño terrible con que lo encontraron las balas. 
En cambio a Prudán, la muerte no arrebató a su fisonomía ese bello carácter de tranquilidad

MILLAN Domingo Alejo. Nació en Tucumán en 1797. Era Capitán del batallón de infantería Nº 11. 
Estuvo en las campañas del Ejército del Norte al que ingreso con 15 años hasta Venta y Media en 1815, donde cayó prisionero y fue enviado a El Callao. Permaneció allí 5 años. Liberado por canje de prisioneros en 1820 
En la sublevación del Callao fue hecho prisionero y enviado a la isla Esteves. 
Durante el trayecto fugaron Estomba y Luna, suceso que dio origen al sorteo de Matucana. 
Fue fusilado junto con Prudán. Tenía 27 años. 
PRUDAN Manuel Silvestre. Nació en Buenos Aires en 1800. Era Capitán del regimiento Río de la Plata. 
Estuvo en las campañas del Ejército del Norte hasta Vilcapugio en 1813, donde cayó prisionero y fue enviado a El Callao. Permaneció allí 8 años. Liberado por canje de prisioneros en 1820 
En la sublevación del Callao fue hecho prisionero y enviado a la isla Esteves. 
Durante el trayecto fugaron Estomba y Luna, suceso que dio origen al sorteo de Matucana. 
Fue fusilado junto con Millán. Tenía 24 años. 

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